La République à Marbella

«La République à Marbella» se tituló una noticia que publicó el periódico francés Le Mémorial des Pyrénées el 25 de marzo de 1848, justamente un mes después de instaurarse la Segunda República francesa.

En su entradilla situaba la pequeña ciudad de Marbella a cuatro o cinco leguas de la de Málaga: «Marbella est une petite ville située à quatre ou cinq lieues de Malaga, sur la côte de la Méditerranée».

El cuerpo de la noticia relataba la broma que un marino guasón, patrón de un pequeño buque anclado en la rada de la ciudad, gastó a nuestros antepasados. Y, aunque ya narré la historia en «República y republicanos marbelleros: la Primera», en este día tan señalado –el de mi nacimiento— la resumo aquí:

Poco antes del mediodía, desembarcó aquel malaje y dio la buena nueva de que en la capital del Reino y en la mayoría de sus provincias se había proclamado la República y que se había nombrado su presidente a Salustiano Olózaga –un vasco liberal que había sido jefe del Gobierno cinco años antes—. La noticia conmovió al Pueblo y sus autoridades proclamaron la República. Un gran grupo de personas se apresuró a poner en la plaza del pueblo «un cartelón con letras muy gordas que decía viva la República». A media tarde llegó el Correo y se descubrió que la noticia del cínico lobo de mar era mofa. Entonces, se tuvo a bien desproclamar la República, «despegando de la pared el cartelón consabido».

Concluía la noticia del diario francés con la siguiente frase: «Marbella, monarchique le matin et républicaine à midi, redevint monarchique le soir, sans que la plupart de ses paisible habitans se fussent doutés de la métamorphose».

Efectivamente, también Marbella, en aquella «Primavera de los Pueblos», fue republicana aunque fuese solo un ratito al mediodía. Quizá algunos de sus habitantes no advirtiesen aquella metamorfosis y la cárcel de la capital se llenase de marbelleros pero, en la ciudad quedó patente una «buena muestra de las simpatías que esa forma de gobierno inspira».

Por eso, un cuarto de siglo más tarde, cuando llegó aquella flaca portadora de la balanza, vestida con túnica roja, gorro frigio y un pecho al descubierto, don José María Marín la recibió rebosante de felicidad. Él sería el primer alcalde republicano de la ciudad y el 18 de febrero de 1873 quien confirmara en nombre del Partido Republicano, mediante un telegrama dirigido a don Roque Barcia, que en la ciudad se había proclamado la República y constituido un Ayuntamiento republicano.

Sin embargo, fue, precisamente –como relaté en «Marbelleros por el Mundo. Héroes o villanos, con calle o sin ella (I)»—, otro paisano nuestro, José López Domínguez, el que, ya muerta la República –a manos de su tío «el general bonito»—, consigió la rendición de Cartagena –el 12 de enero de 1874— y mandó al exilio francés a la figura más destacada del movimiento federalista y cantonalista, aquel don Roque amigo y correligionario del «ciudadano Marín» que, desde entonces, se autodefinió como «segundo Cristo en Marbella».

También he contado ya –en «Una pelea entre curas por culpa de la política»— que, el «médico de los pobres», don Félix Jiménez de Ledesma, era vecino del hijo del «ciudadano Marín», don Fernando María Marín Vázquez, con el que, además, compartía ideales laicistas y anticaciquiles. Y que aquel republicano de abolengo, después, pasó el relevo a su yerno, el administrador de Correos y corresponsal de El Popular en Marbella, Juan Medina Ezquerro, otro republicano y anticlerical convencido –como os relaté en «La estafeta marbellera»—.

Pues bien, el día de mi nacimiento volvió a Marbella la mujer del gorro frigio y la balanza, ahora algo más repuesta y con la tricolor por enseña. Ese día hubo mucho revuelo y gran regocijo en la ciudad. Vieron salir corriendo de su casa, rebosante de alegría, a don José Martínez Esmoris, antiguo correligionario del «médico de los pobres» en las filas del Partido Reformista y el hombre «más respetado y respetable del republicanismo local» –que diría el nieto del «ciudadano Marín»—. A aquel republicano viejo, más tarde, lo vieron saludar desde el balcón del ayuntamiento. Fue alcalde durante cinco días –me contaba mi abuelo—, después cedió el bastón a don Juan Medina Ezquerro.

Un año más –y no me cansaré de repetirlo—, vaya desde aquí el homenaje de este viejo republicano para todos aquellos paisanos, mis correligionarios, a los que les arrebataron la vida en el intento de que fuese la Democracia la que guiase al Pueblo. A Juan Medina Ezquerro, Antonio López Gómez, Salvador Rodríguez Agudo, Vicente Pérez Montenegro, Nicolás Cuevas Aguilar, José Cuevas Blanco, Antonio Muñoz Osorio, Salvador Ávila Delgado, Alfonso Martín Nieto, José Vega Benavides, Miguel Luna de la Torre, Antolín Viñas Maté, Antonio Zamora Mata, José Zumaquero Márquez, Fernando Sánchez Guerrero, Antonio y José Lima Mata, Rogelio Palma Morito y Francisco Romero Añón –entre otros muchos, que he leído en la tapia del cementerio—.

Juan Medina Ezquerro, administrador de Correos y corresponsal en Marbella del periódico republicano malagueño El Popular. Fotografía extraída del diario madrileño Ahora, 24 de marzo de 1933.

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Una respuesta a La République à Marbella

  1. Alfredo dijo:

    Gran crónica, muchas gracias.

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